Emilienne Houson, de 30 años, vive en la aldea de Houedo-wo, ubicada en la ribera del río Ouémé, al sur de Benín. No ha vuelto a tener dificultades para atender las necesidades de sus cuatro hijos desde que empezó a cultivar fuera de temporada.
”Todos los años invertimos unos US$50 en el cultivo de una hectárea de pimientos. Cuando hayamos saldado todas nuestras deudas, compraremos una parcela al otro lado del río para no tener que volver a lidiar con una inundación”.
De hecho, las aguas del río, que solían abundar en peces y eran fuente de nutrientes para los cultivos, se han visto gravemente afectadas en los últimos años por el cambio climático. Las inundaciones, que en agosto, septiembre y octubre llegan a alcanzar tres metros de altura, tienen devastadoras consecuencias en las cosechas y contaminan el agua potable.
Los efectos del cambio climático se han hecho sentir en todo el país, y ponen en peligro los medios de subsistencia de las poblaciones pobres. No obstante, gracias al programa de adaptación del PNUD, que cuenta con el apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) y el Gobierno, las cosas empezaron a cambiar en nueve aldeas piloto ubicadas en las cuatro zonas agroecológicas más vulnerables de Benín.
El cultivo de pimiento de rápido crecimiento ya es parte de la vida de los habitantes de Houedo-wo durante la temporada seca, favorecido por la instalación de bombas solares para el riego de cultivos. El rendimiento ha aumentado alrededor de un 40%, lo que constituye una ganancia para los aldeanos de más de US$500 por hectárea.
Con el fin de afrontar los fuertes vientos durante la temporada de lluvia, que destruyen los cultivos y la infraestructura, se movilizó prácticamente a toda la población para resembrar árboles y crear un «muro» de protección.
“Ya empezamos a ver los beneficios de la reforestación”, dice Lucien Houessou, líder de la aldea. “Comprendimos que los estragos del viento se deben a que talamos todos los árboles y destruimos la vegetación”.
Las nueve aldeas recibieron puestos pluviométricos para que los habitantes puedan evaluar la cantidad de agua de lluvia y tomar medidas de adaptación adecuadas. Algunas aldeas disponen de una estación agrometereológica automática para recabar y transmitir datos sobre parámetros climáticos, y cuentan con un observador in situ para analizar los datos.
En Sehomi, una aldea insular, la piscicultura se está adaptando al cambio climático. Las crecidas repentinas o particularmente prolongadas retrasan el crecimiento de los alevines, lo cual limita a los piscicultores a un solo ciclo anual de producción. Con frecuencia los peces no llegan a alcanzar el tamaño que los consumidores valoran. Con la ayuda del proyecto, los pobladores han recibido jaulas flotantes y armazones de pesca para la cría de especies de peces resilientes al cambio climático. La comunidad identifica de manera participativa a grupos de pescadores que administran esa infraestructura.
Con cultivos alternativos y técnicas de pesca adaptadas, las autoridades locales ayudan a las comunidades a identificar problemas y encontrar soluciones concretas para cada ecosistema, asegurando que se puedan aplicar en otras aldeas con características agroecológicas similares.
Partiendo de esas nueve aldeas piloto, el Gobierno comprendió mejor el desafío que supone integrar la adaptación al cambio climático en las políticas públicas, incluida la política presupuestaria del Estado.
FUENTE: http://www.undp.org